Arreglar también es celebrar: Cómo organizar una “fiesta de reparación” en casa, con amigos y snacks de por medio

En una cultura que empuja a tirar y reemplazar, reparar puede ser un acto casi subversivo. Las repair parties —o fiestas de reparación— nacen de esa idea: convertir el arreglo de una prenda, un mueble o un aparato en un plan social, relajado y colaborativo. No se trata de ser expertos, sino de compartir habilidades, aprender juntos y darle una segunda vida a objetos que aún tienen historia.

El primer paso es definir el enfoque de la fiesta. Puede ser general —cada quien lleva algo que necesita reparación— o temática: solo ropa, pequeños electrodomésticos, bicicletas o muebles. Mantener un alcance claro ayuda a preparar mejor el espacio y las herramientas, y evita que la reunión se vuelva caótica o frustrante.

La invitación es clave para marcar el tono. Más que una reunión productiva, es una excusa para convivir. Conviene aclarar que no se esperan resultados perfectos ni arreglos profesionales; el valor está en el proceso. Invita a personas con distintos niveles de habilidad: quien sabe coser, quien entiende de electrónica básica, quien es bueno improvisando soluciones o simplemente quien aporta buena compañía.

El espacio debe ser funcional pero cómodo. Una mesa grande, buena iluminación y acceso a enchufes suelen ser suficientes. Protege superficies con manteles viejos o cartón y crea pequeñas “estaciones” según el tipo de reparación: costura, madera, limpieza y ajustes, electrónica ligera. Tener orden visual ayuda a que todos se muevan con fluidez.

En cuanto a herramientas y materiales, lo ideal es hacer una lista previa y pedir a los invitados que traigan lo que tengan en casa: agujas, hilo, botones, cinta aislante, destornilladores, pegamento, lija, aceite lubricante. Compartir recursos es parte del espíritu de la fiesta y evita compras innecesarias.

Los snacks no son un detalle menor: son el pegamento social del evento. Opta por comida fácil de comer con las manos y que no interfiera con el trabajo, como frutas cortadas, pan, hummus, palomitas o galletas saladas. Las bebidas —café, agua fresca o algo ligero— ayudan a crear un ambiente relajado y a tomar pausas cuando un arreglo se complica.

Durante la fiesta, es importante fomentar la colaboración más que la eficiencia. Anima a que la gente observe, pregunte y participe, incluso si no es su objeto el que se está reparando. Muchas veces, la solución surge de una idea compartida o de alguien que recuerda cómo arreglaban algo parecido en casa de sus abuelos.

También conviene normalizar el “no quedó perfecto”. Algunas reparaciones solo avanzan un poco o revelan que el objeto necesita otra intervención más especializada. Aun así, el aprendizaje y el intento cuentan. Documentar el antes y después —aunque sea imperfecto— puede ser una forma divertida de cerrar la experiencia.

Una repair party no solo alarga la vida de los objetos; también fortalece la comunidad. Enseña que el consumo no es la única respuesta y que reparar juntos puede ser tan satisfactorio como estrenar algo nuevo. Al final del día, entre hilos, tornillos y migajas de snacks, queda la sensación de haber hecho algo útil, consciente y, sobre todo, compartido.

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